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jueves, 14 de julio de 2011

DOÑA CANDELA -1926-






Ilustración de Norma Angela Michelli

CÓRDOBA CAPITAL. -  REPÚBLICA ARGENTINA.




- Adiós doña Cande! - buen día como está usted?
- Más que bien! - dijo en voz alta, mientras que en bajito murmuraba : ¡ Mejor que ustedes!... mejor que ustedes chismosas,  malas lenguas!...¡ pues no amargo mi vida envidiando a los demás!... ¡sé que tiene novio, yo no tengo!...¡que cómo hará, que mostrará, que si se caso y yo no! ... ¡Santo Dios! ¡Jesús de mi alma!... esa tiene dinero, esa es pobretona... lengua... lengua ...lengua... y vaya uno a saber cuantas cosas más!. .. tengo dos hijas, gracias a Dios, que son mi tesoro,  Amparito y Cirila y a Dios gracias no pido más!!!


Esta mujer casada y viuda de Don Grevasio Dominguez, llamada Candelaria Amparo Salvatierra, vino de España, mejor de Sevilla, allá por el año 1926 en un barco de carga y recién casada. En esta tierra nacieron sus dos hijas.
 Al morir su marido, que el Señor lo tenga en su gloria por que era un santo el pobre! ¡ tan solo por haberse casado con Doña Cande debe de estar al lado del Señor, por las dudas, no sea que muera ella y se le ocurra buscarlo arriba.
Al verse sola de repente con dos niñas pequeñas a quienes alimentar y educar, pensó que podía hacer para subsistir.  Don Gervasio solo le había dejado esa casa grande y semidestruída por el tiempo y el uso. Digamos que el hombre, nunca se destacó por el trabajo, por que vago, era vago el pobre... pero eso sí muy buena persona.
Una vecina, quien era inmigrante italiana, le sugirió pusiese una pensión.  Ella la ayudaría en la cocina preparando algunos platos típicos y criollos y que los españoles los preparara Cande...Qué mas?.  Fue así que nació la pensión "Doña Cande", que pronto se vio colmada de estudiantes y gente sola, atraída por los precios y la calidad de la comida, sumado a la honestidad de su dueña.
Junto con sus hijas se mudaron a la casita de servicio que estaba hacia los fondos de la pensión.  La casa era grande, de fachada antigua, con puerta de madera de más de dos metros y  un golpeador de bronce con forma de mano.
Los balcones de celosías altas, como las puertas. Vereda angosta derruida y dos plátanos que coronaban el cordón de la acera.
A la casa se entraba por un enorme zaguán con dos habitaciones laterales. Le seguía un segundo patio de baldosas, ornamentado por un sinnúmero de grande macetones rebosantes de plantas. Cuatro habitaciones mas con otro patio de tierra, cubierto por una parra de la que solían colgar  racimos de cristalinas y dulces uvas en verano, dos naranjos y un limonero componían el paisaje. Mas al fondo le seguían cuatro habitaciones más y cuatro baños.


La cocina, donde se almorzaba diariamente, era grande.  Comedor y sala con piano del que caía un lujoso mantón con flecos de hebras plateadas y bordado con flores del mismo material.  Había sido su velo de novia y hoy se  lucía graciosamente sobre el piano




En la pensión vivía una pareja de ancianos, que hacía diez años estaban allí, como habían venido en el mismo barco continuaron la amistad aquí en Córdoba.  Conocían a su esposo y por tal motivo la llamaban "la pensión Gervasio", cosa que le molestaba sobremanera a doña Cande, pero nada decía por entender la edad de los ancianos.
Esta casona fue en un tiempo lejano, una lujosa mansión de fines de siglo pasado y aún con el estado de descuido podía apreciarse su otrora gloria.
Las Domingez vivían algo incómodas y estrechas en la casita anexa, pero su objetivo de darle más espacio a los pensionistas daba sus frutos en el concepto, el cariño y respeto que tenían por doña Cande
.




- Va a cebar mate*, Doña Cande, por lo que veo!.
- Si Facundo, así es.  Por que me preguntas?
- Pues... por que me muero por uno de ellos.
- Entonces ve a la cocina. Hice madrileñas hoy.
- Que bueno!.  Doña, sabe? me merezco esos mates!
- No me digas Facundo y por que?
- Por que ya ordené mi habitación.
- Muy bien hecho... hum mm ... en premio te daré mate y torta también!


Los precios eran mas bajos que en otros lugares, pero a condición del arreglo y aseo de las habitaciones por parte de los pensionistas;  la gran limpieza se realizaba una vez por semana, por la dueña de la casa y su amiga italiana, salvo cocina y baño que se realizaban a diario, el resto se repasaba nomas.
Los ancianos Bermudez , eran casi de la familia. Padrinos de Amparito, muy católicos, colaboraban con gran vehemencia con la viuda, honesta a mas no dar que con gran cariño y severidad a la vez, manejaba su pensión de barrio.


Así pasaban los días en esa casa, su dueña era joven aún, pero su arreglo y peinado tan caseros y modestos, le daban un aire de vejez prematura. Generalmente vestía de oscuro, sujetaba sus largos cabellos negros en un redondo rodete sobre la nuca.  Raramente salía de paseo con sus hijas o sola, razón por la cual tenía tan escaso vestuario : un austero traje de dos piezas a la moda color negro ; blusa con yabot de encaje blanco,sujeto sus vueltas con broche de camafeo de hueso engarzado en oro, única joya de su propiedad, que hacían juego con unos largos pendientes españoles también de oro ; botinetas de cuero negro ; bolsista de malla de plata ; sombrilla de seda gris, que usaba cada muerte de obispo.  En invierno, usaba el único conjunto con chaqueta, en verano solo con blusa.






Las penurias de la Candela comenzaron cuando llegó a la pensión, un joven apuesto, pidiendo alojamiento.
Sonó el golpeador, nueve de la mañana.  Candela, casi la única en pie a esa hora, pues fuera de los que aún dormían y de los que partieron a sus obligaciones, no había nadie para atender.
Acudió presurosa y abrió.
- Buenos días Señora. Esta es la pensión de la Candelaria?
La mujer lo miró entre fastidiosa y sorprendida, mas no dijo nada para no espantar al supuesto pensionista.  Con solo leer el cartel que adorna  la puerta, sabría que si lo es,  pensó.


- Si ésta es. Que desea?
- Alojamiento mujer!. Que otra cosa puede ser?. Cae de maduro no? o acaso no es una pensión?.
La dueña ya muy molesta por la insolencia del joven, agregó de malos modos:
- No hay necesidad de tanta charla jovenete... si le interesa, pase usted!


- Que mediocre lugar!.  Lo hacía de mas categoría... Usted es la tan mentada dueña?
A punto ya de estallar, prefirió callar a fin de no perder un alquiler que tanta falta hacía. Solo murmuro, ya entre dientes - SÍ, soy yo.
El muchacho insolente y altanero siguió despachando despectivos comentarios.
- Que mal entrazada!...creí que era la sierva!.
Candela se miró de arriba a abajo, pero no hayó nada a su parecer, digno de la crítica. Estaba sencilla, discreta y sobre todo...limpia!!! 
Por eso le respondió, poniendo los brazos en jarra sobre la cintura :
- Usted se equivocó de lugar... la casa de las locas, queda en la otra cuadra!- mientras con el dedo señalaba  la vereda del frente, para indicar la casa de tolerancia a la que se refería.
El joven, lejos de cohibirse comentó: - Perdone señora!. Lo que sucede es que no estoy acostumbrado a este tipo de casa de barrio. Yo vengo de una zona de mayor categoría en Buenos Aires, a más mi madre, viste diferente...con más colores y mas arreglada... es rubia, sabe?
- Mire joven. A mi el color de cabello de su madre, me tiene sin cuidado! Ahora le pido que no me haga perder el  tiempo, que es más valioso que toda la elegante ropa que pueda vestir su mamá... Quiere ver la habitación o la toma así nomas?
- Así nomas!
Dándose vueltas, cargó una enorme valija y entró tras ella.
Caminaron cruzando la sala , hasta el primer patio de baldosas rojas y masetones floridos.
- Bueno... ésta es! Conforme?
- Mas o menos... Por qué no hace arreglar las habitaciones?... dan asco! son unas ruinas! ... muy destruidas!.
Candela volvió a mirarle con curiosidad y fastidio, pero luego pensó que el muchacho tenía algo de razón.


- Sabe por que señor?
- No me diga señor.  Soy Abel Simón Gimenez.
- Señor Gimenez. Digamos que no puedo arreglar nada, por que lo que pagan los pensionistas, no alcanza para tanto.  Esta es la única entrada que tengo!.
- Aumente la pensión entonces!
- Se van a otra parte...
- No crea ... dónde se come bien se quedan, y esto tiene buena fama en ese sentido.
- Es cierto...veré que puedo hacer.






Dos de la tarde.  Cuando toda la pensión dormía la siesta, Abel practicaba el saxo, ya que tocaba en una orquesta de jazz, en un centro nocturno..
Doña Cande, toda alarmada ante tanta queja, se presentó a la habitación del joven.
- Señor Gimenez!. Señor!.- golpeando con los nudillos la puerta.
Haga silencio por favor! ... duermen!!!
De pronto se abrió la puerta   y el pensionista en paños menores, se asomó furibundo.
- ESTA ES MI  HA-BI-TA-CIÓN!!! para eso pago, y por adelantado!!, si quiere más dinero se lo daré!
En el momento de furor, doña Cande, no miró, pero luego...¡Jesús, María y José!! ¡que desvergonzado! ...
- Yo lo que quiero es más silencio para los otros pensionistas, que también pagan y como usted tienen todo el derecho a reclamar una siesta en paz!
Sus ojos de gallega joven, viuda hacía tiempo ya, y hambrienta de "algunas alegrías", se detuvieron en la abertura de la prenda interior del joven, que descubría algo, del cual hacía mucho se había olvidado ... Se despabiló y reaccionando le gritó :- ¡Cúbrase impúdico!!
Abel le arrojó al rostro como un escupitajo, su primera guarangada:
- Seré impúdico, pero estaba en mi habitación paga. Es usted la que se entrometió, pero no me diga que por su facha hace mucho que no ve una!  y más le voy a decir que no se consiguen!!!
Giró sobre sus talones para retirarse en silencio y abochornada, pero oyó lo que nunca.
- No se vaya, Doña!... 
Le pago el triple por mi pensión, si promete poner en condiciones este cuarto.
Se volvió. La  tentación fue mayor. ¡Cuanto haría con ese dinero!
- Bueno acepto. Haré arreglos y primero su habitación.
- Como quiera. Espere ... le pago ya!
Agradeció y guardo silencio por ese día. El pensionista no volvió a molestar. 
  




Veintiuna horas, el comedor iluminado esperaba a los comensales para la cena. 
Todo en orden e inmaculadamente limpio, aunque en la mesa había vajilla de todas las clases  partes de juegos incompletos, lo mismo las sillas, pero igual se llenaba de gente, ya que la comida era variada y buena.
Doña Cande, se presentó con un vestido limpio, bañada , perfumada y el delantal blanco impecable, como era su costumbre.
Eran cerca de las menos cuarto, cuando hizo su entrada Abel Simón, perfectamente engalanado y perfumado a la mejor colonia.  Se sentó al lado de Maruja Llanes, por que ese era su lugar. Ella era empleada comercial, de treinta años mas o menos, morocha , algo entrada en carnes, soltera y sola. La pensión le daba un cierto margen de seguridad, por eso vivía allí.
Como había muchos estudiantes varones, Doña Cande no permitía la presencia de sus hijas, en ese lugar.








- Puedo pasar?
- Pasa...  Pasa, mujer!
- Permiso.  Como amaneció Cande?
- No ves? requetebién!.  Pero,  qué es lo que te trajo hasta la cocina? Necesitas algo?
- No. Lo que me pasa es que... no sé como empezar...
- Empezar que?.- Dijo un poco asustada doña Cande, pensando que su pensionista, no tenía para pagar la estadía del mes, y eso le acarrearía inconvenientes económicos, pero en fin...que se iba a hacer, siempre tan sola la pobre!.
- Lo que quiero decir es ... mejor quiero quejarme...
- Quejarte!!   De qué, mujer?  Hace cinco años que vives aquí y nunca te dimos motivos de queja.
- Ud. no.  Pero el nuevo pensionista...si!
- Qué te dijo o hizo ese loco?   Por Dios, es lo único que me faltaba!.  Ese muchacho me va a sacar canas verdes, y lo peor es el único que paga mucho y bien.
- Me levantó las faldas con los pies, y me tocó las piernas.
- Que atrevido!  Ya verá!.  Vete tranquila, que esto lo arreglo yo.  Pero será mañana por que ahora se fue a tocar en la orquesta y posiblemente regresará muy tarde o mañana.


Lo esperó temprano, cuando la muchacha se hubo marchado al trabajo.
Salía precisamente de la habitación con un traje blanco de verano, camisa oscura, botines abrochados color negro y de la mejor calidad, sombrero hongo y bastón.  Olía a colonia inglesa Buckingand, etiqueta roja.


- ¡Señor Gimenez!
- Señora!
- Necesito hablar con ud.
- Diga nomas!
- Anoche, la pensionista de la habitación número tres, la señorita Llanes, me presentó quejas contra ud.
- Contra mí?  y por qué? ... Doña Cande no tengo ni la menor idea!...Que raro!
- Es o se hace el tonto?  Bueno iré al grano!  Me aseguró que le levantó las faldas para tocarle las piernas con su pie.
- Miente! no la conozco. Nunca la he visto... ni se de quien me está hablando.  Cual es?.
- La que estaba sentada al lado suyo.
- Ah!   la cara de limón!  Ya sé ! ... ¿Sabe Doña, a lo mejor ha soñado que le tocaba las piernas y se levantó con la idea. todo puede ser, no?
- Escuche Abel, la queja fue después de la cena, no esta mañana.  Le ruego guarde sus modales en esta pensión.  Siempre nos hemos respetado mutuamente.
- A propósito Doña Cande.  Me tomé la libertad de comprarle a ud, una docena de sillas, nuevas, modernas y muy bonitas... No se ofende, no?
La mujer se endulzó de golpe y dándose vueltas, le agradeció con un ligero beso en la mejilla.
- Gracias joven ... gracias por pensar en nosotros!.




La vida seguía sus ritmos.  Una mañana que regresaba de realizar sus compras, comprobó que la habitación de su huésped, estaba cerrada.  Cosa rara, puesto que no solo era día de limpieza, sino que era norma de la casa, que los habitantes de la misma dejaran sus puertas abiertas.
Esperó un tiempo prudencial, pero al no asistir al almuerzo junto con los demás; al estar ausente a la hora de la cena, Doña Candelaria, pensó que se habría marchado, perdiendo así su mejor inquilino.
Pasó una semana y a comienzos de la otra, un día lunes para ser mas precisos , apareció Abel Simón, muy compuesto.
Abrió su alcoba y entró sin mas ni mas.
Pronto Doña Candela se hizo presente.  Con los nudillos golpeo suavemente la puerta, al tiempo que decía. -Que le pasó Don Abel?  Por qué se fue sin avisarme?.
Súbito se abrió una hoja, y asomando la cabeza, le respondió en un tono agresivo.
- ¡Qué le interesa donde fui?  Usted no es nadie para indagarme y meterse en mi vida.  Yo pago mi pensión regularmente.  Soy dueño de ir y venir a mi entero antojo, sin darle cuentas a nadie.  Ha entendido?
Doña Candela empalideció y llena de ira le dijo:
- Váyase al cuerno!  La próxima vez, se puede morir en la calle, que no me va a interesar ni un comino ... Insolente!
Estuvo a punto de decirle : - A fin de mes me desocupa la habitación - pero el solo pensar que perdería la jugosa cantidad, la contuvo y solo agregó, ya mas calma y con acento melodramático: - ¡Ingrato!  ¡Desagradecido!






Noche de fiesta en "la pensión de Gervasio".  Todos se preparaban para celebrar el cumpleaños de Doña Candelaria.  El comedor brillaba como un cristal, las mesas listas para la cena aguardaban a sus comensales.  Actuaría la orquesta donde tocaba el saxo, Abel, como obsequio de cumpleaños del joven.  Las mujeres y hombres, habían preparado sus mejores galas para el caso.


Doña Candelaria vestida con sus dos piezas negro, su blusa con yabot de encaje blanco, sus largos aros de oro, y perfumada con su mejor colonia, denotaba un cierto nerviosismo al mirarse una y otra vez en el espejo oval con pie, que como testigo mudo, le resaltaba las imperfecciones.

Había comenzado la fiesta.  Ya  estaban en plena cena y la orquesta brillaba por su ausencia.  Cerca de la media noche hizo su aparición el tan mentado joven, muy sonriente, traje de etiqueta negro muy a la moda y con cierto aire de despreocupación.
Doña Cande lo vio entrar, más no dijo nada. Trató de eludirlo para no discutir en público, pero él se le  acercó, justo cuando en la vitrola, sonaban los primeros compases del vals  "La viuda alegre" de Franz Lehar.


-Me permite esta danza, señora  "viuda triste"?.
Sacó pecho para abofetearlo, pero acordándose de la mensualidad jugosa que entraba a la pensión, bajó la cabeza y accedió.
- Esto va en serio , Doña Cande.  Usted se viste pésimamente mal!,  parece una anciana de ochenta años.
- Ese no es su problema señor Gimenez!
- Ya lo sé. Alguien tenía que decírselo.
- Usted es el menos indicado...
 - AJA! Y por qué?
- Por empezar comete una serie de faltas imperdonables como la de esta noche.  Dejó usted sin música la fiesta.  Diga que está el piano ... aparte trajeron el fonógrafo, de lo contrario... Esto en vez de ser un agasajo para mí es una ofensa!.
- Está bien ... tiene razón.  Perdóneme!  Lo que pasó es que la orquesta tenía contrato y no la pude traer.
- Hubiese avisado a tiempo.
- Usted no por esto está libre de culpas.  Debió haberse presentado esta noche, con el cabello suelto,  bien cepillado, tomado con una rosa roja o una hermosa hebilla de perlas ... su vestido debió ser rojo o de otro color más llamativo y según el tocado, bien vaporoso.  Mire esos botines prensados, son un horror!.  Que hermoso hubiese sido verla, en cambio, con unos zapatitos bien escotaditos rojos o blancos...


- Callesé!!... no le parece que está siendo demasiado audaz y metido?
- No. No me lo parece! -  Diciendo y haciendo, la dejó sola en medio de las parejas que bailaban,  y se dirigió en dirección a Maruja que lo esperaba ansiosa, para bailar con ella toda la noche.


Doña Candelaria hervía de la humillación, y para colmo la maruja, vestía de organdí celeste.
La fiesta concluyó, la pensión quedó en total silencio.  Doña Candela encaminaba hacia su dormitorio, pasando forzosamente por el baño, cuando se quedó helada.  Abel estaba orinando con la puerta abierta, de manera que vio todo lo que hacía ya muchos años que no veía.
Se quedo en la oscuridad, un largo rato. - Por suerte, no me vio! - pensó.  
Toda la escena le produjo un estado de excitación tremenda, que desembocó en un insomnio nervioso mas tremendo aún.  Se levantó para ir a la cocina a buscar un poco de leche para tomar un calmante.  Al  volver, pasó por la habitación de la Maruja  y  oyó extraños ruidos, movimientos, quejidos, suspiros y chasquidos.
Se quedó unos momentos escuchando para cerciorarse de lo que oía, si era verdad lo que estaba pensando.  Trató de espiar por el ojo de la cerradura y los vio juntos en pleno acto sexual.
- ¡Ah puerca! ¡haciéndose la inocente!...  y  fue a quejarse a la cocina !. 
Ahora se daba cuenta que él tenía razón.  Ella lo provocaba con el solo objeto de llevarlo a la cama.  Consecuencia : un embarazo o casamiento forzado!
Ella era tan joven como la Maruja ...  pero su forma de vestir, sobre todo el peinado, le daban el aspecto de vieja!.  La actitud, era lo alarmante.  Si callaba, su pensión se convertiría en un prostíbulo.  Si hablaba, perdería el dinero por ambos lados, y eso sí que era muy grave...  ¿Qué hacer? ... debía pensar con mucho criterio y calma. Debía enfrentar las cosas con tacto y cordura!






El almuerzo transcurría en un ambiente tan  alegre y cordial, que en verdad  tocar el punto en ese momento era un desacuerdo, justo después de la fiesta, donde se comía lo que había quedado de ella.


Comentarios, bromas, chistes, algún que otro "cuerito"* al aire, todo era pasable en ese momento festivo.  Pero ... alguien sin quererlo puso el palo en la huella.
- Sabe Doña Candela? - dijo Amanda , la esposa de Juan Lopez, ambos enfermeros  "Del clínica"*  y  venidos de Rosario.
- Qué debo saber?. -Le respondió risueña.
- Que anoche hubo una invitada que probablemente no sea de su agrado.
- Es una broma o un chisme?.- Dijo Abel, mirando socarronamente a Amanda.
- Ninguna de las dos cosas.  Es una alerta. - Le respondió.
- Pues adelante entonces ... - aclaró Candelaria.
- No se quien la trajo.  Pero se acuerda de la rubia de verde?... esa que vive en el prostíbulo del frente...


Candelaria se quedó perpleja, pero como de costumbre y sospechando quien la podía haber traído, se quedó callada.  Primero era el dinero que necesitaba, para mantener la pensión en pie.  Tragó saliva y preguntó : -¿ Quién la invitó?- mirando de frente al joven.


- No ... No me mire así, por que yo no la traje.  No la conozco!
- Le creo.  Pero entonces ... ¿ Quién fue?
- Nadie.-  Aclaró la Maruja, saliendo en su defensa.- Sucede que se enteró que era su cumpleaños, y como dice ser amiga del señor Abel, se atrevió a traerle un obsequio.  Usted sabe como son de caraduras, le gustó la fiesta y se quedó.
- Así puede ser. Seré amigo de ella y ese es problema mío, pero yo no traigo esa clase de gente aquí.
- Pero como? ...  ¿No era que no la conocía?, a más , ¿Por qué no se me avisó anoche de su presencia?. -reprochó.
- Porque no queríamos arruinarle la fiesta, Doña.  Sabíamos que se iba a armar un gran lío. -Acotó Amanda.
- Ustedes saben que no soy prejuiciosa, ni las desprecio, pero ellas en su lugar y yo en el mío!.


Mirando  a la Maruja con disimulo, pero bien a los ojos, agregó :  - Si yo permito esas cosas a esa gente en mi pensión, ésta se convertiría con el tiempo, en un prostíbulo* como el del frente, y a mí no me agrada para nada.
La Maruja se coloreó como un cangrejo.  Desviando la mirada, la posó sobre el rostro impávido del muchacho, que acostumbrado a esa clase de chubasco*, ni se inmutó.  Ella se dio cuenta que él la negaría siempre y, que eso fue exactamente, lo que la Candela le dijo.








- Tomamos unos matecitos*, Maruja?
- Pero claro.!  Enseguida traigo unos bizcochitos con grasa.
- Te aclaro que hoy no amasé nada!... con eso de la fiesta...
- Ya vuelvo entonces.


- Doña Cande... ¡ah!, cierto que ayer me dijo que no la llamara " Doña", que la hacía sentir muy vieja.  A propósito y si no es indiscreción. ¿Cuántos años tiene usted?.
- Para nada.!  Tengo veintinueve años.
- ¿Veintinueve?  Con una hija de quince y otra de catorce... parece mentira!
- Es la verdad.  Me casé... o mejor dicho, me casaron con Gervasio, cuando tenía la edad de la Cirila ...  Por eso quiero que mis hijas disfruten la vida y su juventud.  Luego se verá!.
- Yo tengo treinta. - dijo la Maruja.
Lejos de sospechar que la vio en la cama con Abel, sacó a relucir el tema.
- Candela... ¿Qué le parece Abel para mí?
- Bueno... ¿Cuántos años tiene?.- Dijo de paso para enterarse.
- Creo que treinta y cinco.
- Ah.  Yo lo hacía más joven.
- No.  No.  Esa es la edad ... Justo para mí!.
- El muchacho no es malo.  Medio loco sí,  y también muy inestable.  Tendrás que empezar a enseñarle educación, de manera que el noviazgo te va a resultar algo trabajoso.


Ambas rieron, pero la Maruja entró a preocuparse.
-Tengo miedo deque se ría de mí!   -manifestó.
- Bueno, eso depende de tu comportamiento con él, si le aflojas las cuerdas.  Si se las aflojas a medias o se las ajustas del todo.
- No entiendo lo que me quiso decir usted ... Perdón, ¡Tú!.
- Que si mantienes tu respeto.  Si cedes a medias a sus requerimientos o te lanzas a la cama con él. ¿Más claro?.
- Ya entendí! ... gracias!.  Si cedo ... ¿Qué pasará?.
Doña Cande, haciéndose la tonta le dijo a boca de jarro :
- Lo más probable es que se burle de ti, y te abandone.


La Maruja cambió de expresión, la angustia hizo presa de su alma.  En un momento dado, pidió permiso y se retiró a su habitación.  Satisfecha de su actitud, Candelaria, levantó todo y se retiró a la cocina, con una sonrisa en la boca.
- Ese atrevido! ... caradura! ... impúdico! ... desfachatado! ... no tiene nada de que enorgullecerse!, solo que parece tener mucho dinero y una gran belleza masculina ... ¡Madrecita de mi alma!  ¡De Guadalupe! ... pero que hermoso es!.


Eso decía en voz alta mientras acomodaba la cocina.  Al concluir su tarea, se retiró de allí.  Pasó por la habitación de la Maruja y sintió el llanto.  Se quedó en silencio escuchando, total no había nadie cerca.  La muchacha lloraba desconsolada sobre la cama.
- ¡Pobre!  Le va a costar, el dulce que se comió esa noche!.

 Así cavilando llegó a su habitación.  Desde la mañana temprano en que se levanto, no había vuelto a ella.  ¡Grande fue su sorpresa!  Sobre la cama se extendía un precioso vestido de periyé , rosa durazno, con un cinturete ancho de chiffón rojo y una flor prendida en el escote.  Al lado resaltaba una enorme caja, cruzada por anchas cintas.  Al abrirla,  descubrió un par de zapatitos de chiffón rojo y encaje;  una sombrilla haciendo juego con más encaje y puntillas y envuelta en fino papel de seda, una enagua de satén rosa.


Doña Cande, a estas alturas, abría y cerraba la boca y solo atinaba a decir  ¡Ohhh!.  Levanto una tarjetita que tímidamente sobresalía de entre las telas del vestido.  La leyó:  


"Perdón Candela.  No volverá a suceder".
                           Abel Simón.


 Sonrió.  Después de todo el muchacho no era tan malo con ella.  Estaba cambiando.  Además, generoso era!  Pero ... ¿a dónde iría con esa ropa?, se reirían de ella los demás pensionistas.  Qué diría la gente? ... Y las hijas? ... sobre todo sería objeto de burla de las meretrices del frente!... las locas!... Ella que siempre fue tan sobria para vestir , ahora disfrazada de jovencita!
No podía sacarse de la cabeza , la idea de que no le era indiferente, al muchacho, su persona.
Tampoco la consideraba vieja.  ¿Lo habrá hecho con algún interés o para que no lo corriera de la pensión?... De cualquier manera, no era correcto recibirlo.


Guardó todo nuevamente en sus respectivas cajas y   encaminó hacia  la habitación del muchacho.  Dejó todo sobre la cama, con una nota que decía :


"Está usted disculpado.  No hacía falta ésto.  Solo Dios puede perdonar."
                                              Doña Cande.


De paso, le ordenó la habitación.  Cortó una rosa, y la puso en un vaso con agua, colocándole  sobre la mesita de noche.  Dio un ultimo vistazo y cerró la puerta al salir, completamente satisfecha.


- Buenas noches!. -dijo al llegar, muy serio y reservado.
- Buenas noches Abel ... -respondió ella, alegre y feliz.
Se había bañado y arreglado.  Se puso un vestido de muselina estampado, medio pasado de moda, que había encontrado arrumbado en un rincon del ropero. Se colgó los pendientes de oro, y perfumó con la colonia "Coty", que le regalaron para su cumpleaños.


Durante la cena, mientras los demás pensionistas le hacían bromas y la alagaban por el cambio, él solo atinó a decir como única conversación de la noche :
- Todo está muy bien ... menos el cabello suelto, que no corresponde a la pensión, sino al frente ...
Candela,  palideció de ira nuevamente pero se contuvo, no fuera que se dieran cuenta de lo sucedido, por que entonces perdería el respeto de los demás, y  justamente ella que cuidaba hasta el menor detalle.  Nada había entre ese hombre y su persona. Solo agregó,  para suavizar un poco, el suspenso tenso que los envolvía :
- A usted, no lo conforma nada ...parece.


Dinero para la pensión, adornos para la casa, solo esas cosas aceptaba de él, pero esto no!. Era muy sospechosa su actitud.  Tampoco iba a permitirle que se entrometiera en sus gustos personales ni en su vida privada.








Noche de concierto!.  Abel, tocaba el saxo en la orquesta de jazz.  Toda la pensión estaba invitada.
Doña Cande en la cocina, ultimaba los preparativos para la cena.  Comerían temprano, pues el evento comenzaba a las diez de la noche.
Cuando entraba en su habitación para vestirse con sus dos piezas negro, él la esperaba con las dos cajas en mano.
- Qué hace aquí en mi alcoba?- le dijo severamente-  ¿Quiere hacerme cerrar la pensión por inmoralidad?
- Pero no, Doña Cande! ... ¿Cómo se le ocurre?.  Solo quiero que vaya linda esta noche ... ¡Acéptemelo!
 -Pero como piensa que voy a ir vestida de rosa! ¡Está loco de remate!
- No.  No lo estoy.  Usted es joven ... muy joven y hermosa!... le quedará perfecto!
- Entonces no iré! -dijo por toda respuesta.
-Bien.  Si usted lo quiere así, todo el mundo sabrá que en su pensión, se divierten las locas del frente y aquí se cruzan de alcobas, los pensionistas entre sí.
Loca de ira, levantó la mano y abofeteo el rostro del joven, al tiempo que le gritaba ya fuera de sí, ¡Impostor! ... ¡Infame!
- SI... SI... SI.... Seré todo lo que usted dice, pero decídase ya!
Doña Cande, volvió a pensar en el dinero de su pensión, y en lo mal que le iría sin esa entrada.
Bajó la cabeza y accedió, a más, estaba el prestigio de su pensión de por medio.




Subió al coche de alquiler, junto a los ancianos Bermudez, que eran esa noche,  la compañía elegida por ella.
Cuando él la vio esa noche desde el escenario del cine Real, sentada en el palco que le obsequió, solo atinó a sonreír satisfecho.  Le pareció una maja, solo le faltaba la mantilla.  Sus cabellos azulados de negro, sujetos por una roja rosa, terminaron por enloquecerlo.  No le sacó los ojos de encima en todo el espectáculo.
En el  interludio, le envió un mensaje con el acomodador : 


" Está usted muy bonita.  La mujer más hermosa de la noche!. 
No regrese con los Bermudez y espéreme a la salida que la invitaré a cenar.  Deseo lucirme con la mujer más soñada de esta sala!
                                                                       Abel  Simón


Candela, lejos de acceder a ese pedido, se volvió con los ancianos.  Ella era bien cuerda y demasiado aguantó, vestida así!








Lloraba de alegría esa mañana, rodeada de amigos, vecinos y pensionistas.
Había recibido el premio de un dinero, bastante considerable, que otorgaba una firma de fabricantes de cocinas a leña  procedentes de la localidad de Venado Tuerto, por los famosos platos que preparaban y servían en esa pensión.  Fue toda una inesperada sorpresa, y lejos estaba de sospechar, que el autor de esa mentira, era nada más y nada menos que Abel Simón.
Sola, pensaba en todo lo que haría con ese dinero.  Contrató albañiles y pintores e hizo reparar y pintar toda la casa. Gastó todo en ponerla en condiciones, no invirtió ni un solo céntimo en ella, pero estaba feliz.  Pensó en el chasco que se daría el joven, cuando viera todo flamante y moderno.  Hizo pintar un gran cartel, que colocaron en la parte de arriba del frente de la casa, " PENSIÓN LA CANDELA"


Satisfecha, anunció un gran almuerzo de inauguración.
Colocaron mesas largas en el patio de baldosas, bajo la parra.  Cocinó tallarines con pollo.  De postre, torta rellena de  crema chantilly, con cobertura de crema moca y embebida de un buen oporto.  No faltaron los buenos vinos y se brindó con la mejor sidra.
La besaron, abrazaron, recitaron poesías en su honor.  Abel ejecutó en el saxo, el pasodoble preferido de ella " Noches de Málaga". 
Fue un día  maravilloso!... Se había reconciliado con su pensionista Abel Simón. 




¡Qué vergüenza!.  Cómo iba a hacer para comunicarles a la gente que todo fue un fraude! ... ¡Una gran mentira! ... ¡Una farsa! ... y solo ella fue la victima! 
¿Por qué la mortificaba así?.  Si le hubiese dado el dinero directamente lo hubiese recibido, y él lo sabía.  Hacerle creer que era merecedora de un premio ... ¡Era mucha burla junta!


Esa mañana se le ocurrió salir de compras, mas temprano que de costumbre.  Cómo era su norma, no saludar ni detenerse en charlas con nadie, pero sucedió que en el puesto de verduras, dos mujeres del prostíbulo del frente, hicieron un cruel comentario.
- No sé que tanto orgullo tiene la pobre ...
- Cierto, no?.-dijo la otra-
- Figúrate, que anoche Abel me contó, que le da dinero extra, por que le tiene lástima! ... Dice que es una pobre fregata.
- Y cómo lo sabes vos?
- Por que en unas horas de farsa de amor ... por que hasta en eso es del montón e  igual a nosotras, seguro la lleva a la cama.  Mientras tanto, para ayudarla se vio obligado a inventar el cuento del premio.
La otra se rió. Ambas lo hicieron, mientras la miraban de reojo.


Llena de ira, se retiró del lugar, sin comprar nada.  Esa noche lo increparía decidida a pedirle la llave de la habitación.  No lo toleraba más!.


Serían las diez de la noche. Algunos dormían y otros habían salido.  Tocó suavemente la puerta, con sus nudillos.  La luz del interior estaba encendida, de manera que si no estaba, se había olvidado de apagarla o de lo contrario, dormía con la luz encendida y eso significaba doble gasto ... pero... lo pagaba con el excedente de dinero, lo que por conclusión llegaba, a que nada le debía ni nada le regalaba ... en fin ... pagaba lo justo!
No insistió más y dejó colgado un cartelito en el picaporte : " Lo espero a la hora del desayuno en mi casa.  Necesito conversar con usted.   Doña Cande"






- Desea un mate Abel?
- Si Cande, gracias. Me sentaré si no es molestia.
- Para nada.  Siéntese nomas!.
- Vengo por lo del cartelito ...
- Bien hecho! ... Debemos aclarar algunas cosas.
El fastidio la había abandonado.  En su presencia se sentía blanda e indefensa.
- Usted sabe que obtuve un premio, no?
- Si, algo me dijeron!
- Le dijeron o usted lo dijo?
- Como dice? ... Yo no hablé con nadie de esto por que no lo sabía.
- Caradura! ¿Todavía se atreve a burlarse así?
- Yo no me burlo, Doña Cande.  Usted se merece muchos premios.
- Pero premios deberas, no mentiras como esas que le cuenta a las prostitutas del frente.
- Qué dice?  Si no las veo nunca.  Además no recibió usted el dinero?
- Si lo he recibido, pero por que ignoraba la procedencia!
- De cualquier forma, lo recibió!  ¿ no? ... Y se lo gasto!   ¿ no? ...   ¿ Ahora qué?
- Cómo que, ahora que! ... Todo fue un engaño!
- Mire Cande.  Lo del dinero fue verdad, entonces quiero decir que se lo merecía. ¿Está claro?.
Ella no sabía si abofetearlo o besarle.  Calmándose le dijo :
- Juntare peso por peso, juro por Dios, nuestro señor que me está oyendo, que se lo devolveré!
- A quién?. -le preguntó descaradamente-
- A usted. Cínico!   Embustero!
-  No insulte ¿eh?. ¿Qué mas va a decirme? ... Por que cuando abre la boca, escupe culebras!  ¿Lo sabía?.  Vieja perjura!
Le dolió lo de vieja.  -Vieja yo?   ¡ si solo tengo veintinueve años!
- Gracias. -dijo con un gesto de satisfacción-  Eso es lo que quería saber!  Pero le aviso que representa ochenta, por lo menos, así vestida.  No me diga que no es una pecadora.  Me mira la bragueta, me espía cuando orino en el baño, cuando estoy en la cama con una mujer.  ¿Es o no es verdad?.  Pero,  no tiene la valentía de buscar lo que necesita!  Prejuiciosa!
Doña Cande, había enmudecido y solo atinó a salir de la cocina, llorando como loca.




Diez de la noche.  Se fue a descansar temprano.  No quiso jugar a la escoba* como otras noches y argumentó dolor de cabeza.
Entró y encendió la luz del dormitorio, pero al acercarse al toillete para quitarse las peinetas y los aretes de perlas,  ¡ la vio!
Era una cajita pequeña, de esas de joyería.  La levantó y descubrió debajo, una tarjetita que decía : - "Perdóneme Doña Cande, en nombre de ese de la cruz,  que nunca me mueve mala intención, hacia usted.  Perdóneme por entrar a su alcoba también.      Abel  Simón  "


Abrió la cajita cediendo a la tentación.  Sobre una planchita de terciopelo azul, brillaba una cadenita de oro con una crucesita, muy delicada y de buen gusto.
Que hacer!  Si la devolvía, significaría negarle el perdón.  Pero quien era ella para perdonar! ... Solo Dios estaba preparado para ello.  Si lo aceptaba, estaría siempre en la misma equivocación.  Además era grave lo que le hizo.  Optó por devolverla de buenas maneras.
Así lo hizo.  Lo demás ... vendría después




- No se vaya señor Gimenez.   Espere, debo entregarle algo.
Cuando estuvo cerca, introdujo la mano en el bolsillo del delantal, sacó la cajita y se la entrego, al mismo tiempo que con la otra le abofeteaba el rostro
- y no me ponga la otra mejilla, por que usted no es Jesús!  ¡Que le queda grande ese nombre!
Por toda respuesta, sintió la muñeca prisionera de su mano, su talle sujeto y bien ceñido, al cuerpo caliente y erguido del hombre joven.
El aliento le quemaba el rostro.  De pronto una boca grande y jugosa, se acercaba peligrosamente a sus labios hasta tragárselos.  Fue ese beso prolongado y dulce que la hizo sentirse mujer.  ¡Bien mujer! .... como hacía tanto que no lo sentía por más que se pellizcara las carnes.  Luego oyó su voz ronca y melodramática que le susurraba : - No me vuelva loco, por favor Doña Candita!
No le respondió.  Solo dio media vuelta, y se fue.




Las relaciones que nunca fueron cordiales sino de aguante, terminaron en un sinnúmero de requisitos a cumplir : 


1 - No podía hacer obsequios de ninguna clase, a la dueña de la pensión
2 - Buenos días y buenas tardes, esa era toda la conversación posible.
3 - Debía dejar la habitación abierta para la limpieza.
4 - No podía ausentarse por mucho tiempo, llevándose la llave de la misma.
5 - Tenía que pagar lo justo y considerado a los demás pensionistas.
6 - La hora del almuerzo doce y media horas.  Si no almorzaba en la pensión, avisar con tiempo.
7 - La hora de la cena,  nueve de la noche. Pasada esa hora, se cerraba el comedor.
 Todo estaba ya en orden ... pero ese beso! ...  todavía le quemaba los labios y la hacía soñar estupideces por las noches. 
Se estaba enamorando locamente del muchacho y tenía terror que le pasara lo mismo que a la Maruja, por eso lo esquivaba y mucho.




El verano con sus hermosuras y sus fragancias, se acercaba.  Doña Cande decidió rejuvenecerse y comenzó por cambiar el color de su vestimenta, hacerla liviana y variada.  Siguió por el peinado, llevando sus cabellos cepillados  y brillantes , a veces recogido y otras veces suelto.
La cena ya estaba en su apogeo.  Se charlaba de diversos temas, se reía, se comentaban algunos acontecimientos sociales y hasta se discutía.  Era evidente que el cambio de Doña Cande, se debía a algo, pero nadie se animaba a decir nada sobre ese tema.  Ella respetaba para ser respetada.


Se cenaba en el patio, a la luz de las farolas de pie.  Un menú de carne asada al horno con ensaladas varias, budín de pan, que era la especialidad de la casa, para el postre y mate o café, le daban el toque final a la noche.
De pronto se escuchó la voz de Abel, que pedía silencio para hablar.
- Quiero comunicarles, que el sábado próximo, me voy por tres meses de vacaciones a mi ciudad natal, donde vive mi familia.
- Y... de dónde es usted?
- De Buenos Aires, señorita Maruja.
- Por eso desearía ofrecerles una cena, mañana aquí,  de despedida.
Fue un clamor general de aprobación , donde todos se ofrecieron a colaborar.  Doña Cande palideció, pero componiéndose aprobó la moción.
Se iba y su corazón comenzaría a languidecer día a día hasta detenerse.  ¡Lo amaba! ... No podía negarlo. ¡Lo amaba y con toda su alma! ... pero esta locura debía terminar el mismo día que partiera, oportunidad que aprovecharía para olvidarle.
Lo había decidido.  Le pediría la llave de la habitación antes de que partiera, para que la ocupara otro.  Ya no quería sufrir más sus atropellos, a parte era mucho lo que tenía que hacer en su vida, para estar ocupándose de sus ridículos sentimientos.


Se la entregó sin decir ni preguntar nada y se marchó.  Doña Cande lloró toda la noche, pero al final, la venció el sueño, bañada en un mar de lágrimas y muy cansada.
Temprano estuvo de pié para comenzar con las tareas habituales.  Eso no variaba nunca.
Hacía las cosas como una autómata.  Jamás se había enamorado así!.  Con su marido Gervasio, la situación fue diferente, empezando que ni siquiera la dejaron venir sola para América, y fue entonces que decidió casarse con el primero que se cruzara en su vida, que la cortejase, y ese fue su  difunto esposo.
No podía creer que el amor fuese así.  Pensar en el amado las veinticuatro horas del día sin parar y si seguía así se iba a enfermar de melancolía, y lo peor es que él ya no regresaría más a la pensión, y por su culpa por que le quitó la llave.
Trataría de olvidar.  Tenía sus dos niñas adolescentes en quienes pensar, crecían y crecían y pronto tendría que pensar en sus futuros, casarlas bien sobre todo.


Había perdido el apetito y adelgazaba en forma alarmante.  Su anciana comadre, se lo advirtió y una mañana se apareció por la cocina.
- Pero Doña Bermudez.  ¡Qué hace levantada tan temprano?
- Mirá Cande, se me antojaron unos matecitos y pensé que ya estarías tomándolos.
- Efectivamente, eso es lo que estoy haciendo.
- Bueno ... si no te molesta, los comparto contigo.
- Por supuesto!  Si no aprovechamos ahora, que la pensión está casi vacía, ¡ cuando! ...Si de mañana no hay tiempo para regalonerías.
- Casi vacía?  ¿Por qué?  ¿Qué pasa?
- No sabe acaso que los estudiantes están de vacaciones y se han ido a sus pagos?
- Es verdad! ... Lo había olvidado.  Con razón no se oyen ruidos. ¿ A propósito ... y el joven Gimenez?
- También.  Él fue el primero en partir y definitivamente.
- ¡Epa!  ¿Lo corriste?
- Si!  Le pedí la llave.
- Te hizo algo malo?  Parecía tan correcto el joven! ... y generoso ... eso sí, un poco loco el muchacho!
- Loco del todo, dirá!
- Por lo que veo, te trasmitió la locura a vos pero al revés.  ¡Loca por él!  ¿o me equivoco? ...   A punto de no comer ni dormir.
Estaba por decirle ¡Vieja entrometida!, pero necesitaba desahogarse con alguien,  y ésta era una persona seria y de edad que le aconsejaría bien
- No voy a negarle que tiene toda la razón, Doña Bermudez,   pero le advierto que estoy tratando de sacármelo de la cabeza.
- Mal hecho hija!
- ¿Por qué?  ¿No ve que se fue?  ¿Por qué me dice eso?
- Por que el hogar se construye con el amor de dos personas.
- Pero si nunca me dijo que me quería ... ni siquiera me hablo de casamiento.
- Pues iba en camino de hacerlo.
- Cómo lo sabe usted?
- Primero por que si así no hubiese sido, ya te habría llevado a la cama!
- Ganas no le han faltado!   -Iba a decir una barbaridad de la Maruja, pero prefirió callarse a tiempo.-
- No mientas Cande, nunca te lo propuso.  La segunda razón es por que a mi esposo le dijo que te quería por esposa y que deseaba tener una familia y un hijo varón contigo!
Doña Cande, se quedó mirándola.  Linda la había hecho corriéndolo!  ¿Y ahora?
Si no fuera que hacía diez años que conocía a los Bermudez, habría pensado que la anciana, estaba bromeando o tratando de consolarla.
-Eso le dijo a su marido?  ¡Por que no me lo contó antes?
- Sencillamente por que no me diste injerencias en el asunto, y por que ignoraba que le amabas.  A propósito Cande  ¿Qué edad tienes?
- Veintinueve años.
- Jesús que joven!  Yo te hacía de cuarenta.   Justo la edad de los dos para formar una familia nueva, por que puedes tener varios hijos todavía.  No te parece?
- Me parece demasiado tarde!
- Que va a ser tarde!  Si tiene que ser ... será!
- ¿Que hago comadre?  Viajo en su busca?
- Nada de eso!  Deja al destino terminar de tejer su bolsa.  El sabe cuando los va a meter dentro!




Pasó un año y casi en los comienzos del siguiente verano, cuando Doña Candela resignada y más conforme había olvidado la conversación con su comadre, recibió una notificación judicial desde Buenos Aires.  ¡Qué susto!  Lo primero que pensó fue en la casa de pensión.  Tal vez la obligaran a cerrarla o tal vez la multaban por algo.
Pasó revista a sus impuestos y nada anormal ocurría.  ¿Qué podía ser?  ¡Ah! ... y si fuera Abel que se vengaba? ... ¡El muy ladino!  Vaya a saber por que le enviaba eso.
Rasgó el sobre con un cuchillo, sacó la nota y leyó.  La enviaba un abogado porteño, que había sido testaferro de su tío solterón Anselmo.  Este hombre le llevaba los papeles de todos sus negocios, amén de los demás negocios y bienes raíces.
Le comunicaban su fallecimiento y la herencia del viejo, por ser la única heredera de todos sus bienes.  Necesitaban de su presencia en la Capital, en el término de treinta días ya que de lo contrario, correría serios riesgos de perderla al cerrarse el caso.
Doña Cande esperó a Facundo, uno de los pensionistas, que regresara de la facultad.  Le hablo pidiendo consejo y ayuda, ya que era estudiante de derecho. Él se ofreció para hacerse cargo de toda la papelería, acompañándola.  Ella solo debía firmar.  Prácticamente era un profesional, se recibía ese año de abogado y gracias a la ayuda del joven quien actuó bajo su autorización, cobró una extraordinaria suma de dinero en concepto de herencia.




- Facundo. ¿Por que no me acompañas a ver la casa nueva?
- Pero como no, Doña Cande!  Es mejor dejar todo en orden antes de partir.
Tomaron un coche y le dieron la dirección indicada. Era una mañana de mucho calor, cuando arribaron a la calle Belgrano y descendieron del vehículo.
 Grande fue la sorpresa al ver la casa.  Enorme y hermosa.  Entraron.  Demás está decir, que podía  allí vivir un batallón y todavía sobraría lugar.
- Que hará con esta propiedad?  ¿Se va a venir a vivir acá?. - preguntó Facundo-
- Ganas no me faltan.  Viviría como una reina, pero me tira Córdoba, no puedo dejar plantados a mis pensionistas.  Primero dejaré que se ubiquen y luego cerraré la pensión.  A más no sé si sabes, que mis hijas están de novias allá.  La venderé y compraré con ese dinero una mas pequeña, moderna, bonita y cómoda de donde ya no me moveré más.  Con el dinero restante haré un depósito bancario.
- Entonces, será mejor buscar una inmobiliaria  en donde dejarla para la venta.  ¿No le parece?
- De acuerdo, Facundo.  Así lo haremos.
La casa quedó para la venta, lo mismo que el campo.
Doña Cande debía regresar a Buenos Aires cuando la operación se hubiese concretado, para cobrar el importe.
- Mira hijo, mientras tu retiras los pasajes para el tren de las diez de la noche, yo iré a comprar algunas cosillas.
- Me parece muy acertado.
- Quiero llevarle algunos regalitos a mis hijas, y a ti darte un dinerillo cuando cobre la herencia, por el favor que me has hecho.
- Usted no debe tocar ni un céntimo para nadie Doña Cande. Lo más acertado es que abra una cuenta bancaria en Córdoba y la deposite allí.
- Eso es lo que haré! No te quepa la menor duda.




- Quiero ver ese vestido señorita. -Dijo señalando un hermoso modelo traído de París, de organza celeste con puntillas, cintas y diminutas rositas ro cocó al tono.-
Tiene otro igual, aunque no sea del mismo color?
- Si señora, pero el otro es de plumetí amarillo limón.
- Perfecto entonces!  Tráigalo por favor! ... mientras sea el talle ...
Esperaba las cajas empaquetadas mirando hacia la calle porteña, a través de la ventana de la casa de modas, cuando lo vio pasar por la vereda.
Salió corriendo a la calle y gritó : - Abel! ... Abel!.-  Pero él ya había subido a un coche de alquiler, y partía.  Volvió al local nerviosa. Pagó y retiró la mercadería, sin revisar los paquetes. Al irse no recordaba si había saludado a la empleada.




Cocinó como nunca lo había hecho, pollo al horno con papas fritas en grasa de cerdo, bien crocantes y sequitas; arrolladito de carne, huevos duros, verduras y aceitunas con oliva y ajo;  una rica torta de chocolate con un brindis de buen champagne, y todo esto solo para dar la buena nueva de la herencia.
Era muy rica ahora.  Había pensado en vender la pensión, pero luego se arrepintió.  Mejor la refaccionaría y ampliaría, pondría personal de servicio, mucamas y cocineras.  Ella solo se encargaría de administrarla y regentearla. Lo mismo haría con el chalecito del fondo para dejarlo como parte del negocio.
Ella solo se dedicaría a su persona.  Compraría la casa de la esquina, recién terminada y en venta, que era muy bonita, moderna y cómoda.  Allí viviría con sus jóvenes hijas.




Comenzaron a pasar los años, más tranquila pero nunca olvidada de todo ese amor, que se le escapó por decente.
Un día se vio sola.  Las dos hijas se habían casado ya, y vivían lejos, una en el extranjero y la otra en Buenos Aires.
La Maruja, también se casó, con el empleado del almacén que llevaba el reparto a la pensión, y se fueron a vivir a otro barrio.
Los ancianos Bermudez, hacían cinco largos años que habían fallecido.
Facundo, se recibió de abogado, y con el dinero que le obsequió Doña Cande, se instaló con su estudio en su pueblo natal.
Cerró la pensión, por que estaba muy cansada y triste.  Posteriormente la vendió a muy buen precio y con ese dinero engrosó la cuenta bancaria.  Sola y melancólica, vivía una vida inmerecida, pero aún conservaba algunas amigas con lo cual atenuaba el vacío de su soledad, con las visitas.
Una vez por semana tomaba clases de natación e iba a las casas de embellecimiento.  Se vestía en los mejores lugares de moda, hacía vida social, pero al llegar a su casa, la soledad la cubría al entrar  como una manta agujereada por donde se calaba el frío de la ausencia por todos sus huesos, y siempre concluía llorando ese amor perdido por su causa.




- Señora, un caballero la busca.
- Quién dijo que era?
- Le pregunté su nombre y solo me dijo que era un viejo pensionista y que era una sorpresa.
Creyó que se trataba de Facundo o de algún otro estudiante de aquellos años de pensión.
- Hazlo pasar a la sala de estar y dile que espere unos segundos, que ya estoy con él.
- Dice la señora que pase usted.  Tome asiento por favor, ella pronto estará aquí.
- Gracias.  Esperaré
Minutos después, avanzaba presurosa.  Él se puso de pié al verla.  Ambos iban a un encuentro. Cande estaba pálida, los ojos nublados en llanto, un nudo en la garganta que no la dejaba pronunciar palabra.
Tal vez estuvieron minutos así, hasta que un abrazo rotundo, rompió el silencio y los envolvió.
Se besaron largo, muy largo.
- Siéntate Abel...  ¡Qué bien que estás!  ¡Te sientan de maravillas esas canas en las sienes!
- Y tú! ... ¡Pareces una dama de la alta sociedad! ... ¿Sabes? ... Hace tres años enviudé . Mi esposa era la hija de un empresario teatral de España, donde viví algunos años.
- ¡España!   -dijo Cande languideciendo-   ¡Cuanto extraño mi tierra!  ¡Mi suelo Sevillano!  Nunca más volví ...   Que dichoso tú,  haber estado allí!  ¿Dónde vivías?
- En Málaga.  Heredé todo lo del viejo y ahora soy un hombre rico, Candela ... ¡Muy rico!. Vine a buscarte para terminar la vida contigo.  No tengo a nadie en este mundo, nadie más que tú! ... si no me rechazas.
- Yo también tengo mi fortuna.  Heredé dinero y bienes raíces de mi tío solteron.
- Lo más importante mi Candelita además de nunca haberte olvidado, es que ahora y con el pasar de los años, soy  el  hombre mas  serio y juicioso, educado y gentil del mundo.  ¡Palabra de honor, mi Cande!
Ambos se abrazaron riendo como dos adolescentes.






El barco soltaba amarras y se alejaba del puerto porteño, llevándose para Europa, a la tan mentada "Doña Candelaria" y "Al loco de Abel Simón", quienes felices y contentos se decidieron,  por fin ya casados, despilfarrar todo el amor que habían guardado el uno para el otro y toda la fortuna que habían heredado.
 La Cande esperó la noche para trasmitirle a su marido, antes de acostarse, la nueva que llevaba consigo.
- ¿Que nombre le pondremos Cande?
- Elígelo tú! ... a mi siempre me va a gustar.
- Entonces será un poquito de los dos.  Cándido Abel o Cándida  Abelina.  ¿Te gusta?
Rió con satisfacción y recordó las sabias palabras de su comadre "Deja al destino terminar de tejer su bolsa, él sabe cuando los va a meter dentro"....


                                                                                                             NORMA ANGELA MICHELLI


mate:  bebida típica de algunas regiones Argentinas, compuesta de yerba mate.
cuerito:  se refiere a criticar o mofarse de los defectos o actitudes de las personas.
Del clínicas:  centro hospitalario público de córdoba capital.
prostíbulo:  casa de trabajo de meretrices
chubasco:   termino popular que se refiere a sorpresa.
jugar a la escoba:  juego de naipes popular.